jueves, 28 de abril de 2011

SOBRE EL PODER JUDICIAL...

Nuevas formas de asedio al Poder Judicial


En Bolivia, como en la mayoría de los países, la sed de justicia es persistente y rara vez satisfecha. Su crónica ausencia ha sido tan evidente que resulta difícil defender su institucionalidad y vano todo esfuerzo por reivindicar los avances, modestos pero importantes, registrados en tiempos de democracia. Ello explica que las denuncias de su ‘desinstitucionalización’ y falta de ‘independencia’ caigan en saco roto, al extremo de que nos extraña la indiferencia y resignada actitud de la gente.
Además de la injerencia política y de los ‘billetes’, hoy se visibilizan nuevas formas de asedio al Poder Judicial que siembran más temor y pesimismo respecto a su futura independencia y respeto a los DDHH machaconamente difundidos por la propaganda gubernamental. ¿No es acaso preocupante la creciente influencia del poder de redes populares e internacionales vinculadas al narcotráfico? También debiera alarmarnos la impotencia institucional frente a las reiteradas amenazas de las autoridades indígenas originarias campesinas. Y es que, desde mayo de 2010, la cronología de eventos asociados al cruel asesinato de cuatro policías en Uncía da motivos para preocuparse y ocuparse del tema.
La semana pasada, la Federación de Ayllus Originarios Indígenas (FAOI) del norte potosino amenazó con arrasar la ciudad minera de Uncía si identificaban operativos policiales para detener a más personas involucradas en la tortura y linchamiento de los policías. En septiembre de 2010, los ayllus dieron un plazo de 24 horas para que los fiscales renunciaran y dejaran en libertad a uno de los imputados, conminaron a la Policía a abandonar la zona y anunciaron represalias contra los ‘enemigos internos’ que proporcionen información sobre los asesinatos. No dudaron en ostentar su poder de movilización y presión para hacer cumplir su ultimátum a la justicia.
En este contexto resultó insólito el tono condescendiente con que el Gobierno anunció que negociaría con los ayllus el acatamiento a la ley. Lo paradójico es que, en el contexto del reciente conflicto con la COB, el presidente Evo Morales insinuara a los ayllus defender su Gobierno y contrarrestar las movilizaciones en su contra, provocando la toma de las instalaciones de la distrital de Educación y escuelas de Uncía, atizando así la conflictividad y las fracturas entre campo y ciudad.
Y es que en Bolivia existen zonas sin ley cuyas prácticas rayan en la crueldad colonial y precolonial supuestamente erradicada por el Derecho contemporáneo. Lo sintomático es la tolerancia gubernamental respecto a este tipo de manifestaciones que agravan la descomposición de los mecanismos de la justicia en Bolivia. Ello ocurre cuando el fiscal Marcelo Soza renuncia y se victimiza ante el desmoronamiento de la burda confabulación del caso ‘terrorismo’. Cuando la injusticia que vive Leopoldo Fernández y la saña contra la familia del general López (antes cercano a Juan Ramón Quintana) no parecen tocar fondo. Sucede cuando se agiliza el juicio contra el exalcalde Del Granado y su Concejo y se arremete contra Samuel Doria Medina y FANCESA, que emblematizaba el ideal de la economía mixta que tanto pregona el discurso oficial. Ocurre cuando todo indica que la sui generis elección de autoridades del Poder Judicial no ayudará a revertir sus crónicos males, y cuya gigantesca papeleta de votación será la leña que encienda, aún más, el fuego de la lógica judicial inquisitorial que impregna toda acción gubernamental.

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