sábado, 31 de julio de 2010

No aplaudo ni celebro

En muchas ocasiones he señalado que mi posición crítica al Gobierno del MAS no me llevaría al extremo de alentar movilizaciones ‘antigobierno’ cuyas demandas, además de ‘inatendibles’, se sumarían al desborde, a mayor confusión y fragmentación del territorio y del espíritu nacional.
Son pues supremos los esfuerzos por realizar a fin de no contaminar el análisis crítico ‘de buena fe’ con los estímulos hepáticos que nublan la razón de los radicales de uno y otro bando. Por ello, debo lamentar que, pese a la fortaleza del Gobierno, éste termine cediendo frente a factores de poder que hacen inviables transformaciones necesarias que la debilidad de otras gestiones debieron postergar.

Por las razones expuestas no soy de las que se solaza cuando el trotskismo sindical del magisterio le dobla la mano al Gobierno neutralizando reformas fundamentales del sector educativo. No es buena noticia que la relación entre el sindicalismo tradicional y el Estado siga nadando en las mismas aguas de un pasado poco constructivo.

En línea con las premisas señaladas, no me sumo a quienes promueven y se frotan las manos frente a las fisuras oficiales producidas por una marcha indígena cuyas demandas extremas entran en franca colisión con las de sectores amplios de la población, fundamentalmente urbanos, o cuando reclaman respeto y restitución de sus territorios ignorando los límites interdepartamentales y el derecho exclusivo de explotación de los recursos naturales de las TCO o autonomías indígenas.

Franz Barrios S. tiene razón al señalar que “si los indígenas con razón reclamaron la preexistencia de sus territorios, ahora ellos deben asumir –y respetar– la preexistencia de lo republicano” (Nueva Crónica No. 63). En la solución equilibrada de estas tensiones radica la complejidad de los desafíos inherentes al momento de construcción estatal que vivimos, no justificándose posturas nostálgicas regresivas, cuyas deformaciones el Gobierno alentó y ahora reconoce como no atendibles.

Es también lamentable que, en medio de las tensiones entre Gobierno y oposición, haya ganado la coyuntural desconfianza, al extremo de que la Policía, con todo su poder institucional, haya impedido la transferencia del Servicio Nacional de Identificación al Órgano Electoral. Al hacerlo se hubiera avanzado simplificando el sistema mediante el ‘documento de identidad único’. Ante esa imposibilidad se reiteran soluciones híbridas que no resuelven el problema, ni garantizan un registro ciudadano integral e independiente de la lógica policiaca y poco confiable hoy vigente.

En fin, tampoco celebro cuando una región, como la potosina, desnuda las debilidades gubernamentales al arrancar al Gobierno la eliminación selectiva y no conveniente de articulados de la Ley Marco de Autonomías, entrando en una lógica de tira y afloja a la que nos acostumbró la tradicional dirigencia cívico-regional.

Estas pequeñas fisuras y derrotas del Gobierno son señal de que seguimos empantanados debido a la resistencia al cambio y a la demagogia fácil que cobra facturas que hoy, desde el Gobierno, se intenta atribuir a la injerencia de una debilitada oposición, cuando en realidad éstos y otros tropezones no son nada más que resultado de los propios errores y excesos del populismo gubernamental.

Que Evo y la cúpula gobernante tengan dolores de cabeza no es aliciente para quienes entendemos, desde una oposición democrática y constructiva, que hay casos en que las dilaciones y derrotas coyunturales de un Gobierno significan también derrotas del país y de su gente.

lunes, 19 de julio de 2010

Revocatorio y SAFCO "a la carta"


Nota: SAFCO, alude a la ley de Control Gubernamental Uno de sus subsistemas regula procesos de compra y adquisición de bienes y servicios.
El avión presidencial comprado sin contemplar procedimientos legales no puede volar--- no tiene piloto ni tripulación, tampoco garantizados servicios de mantenimiento y reparación concordantes con los requisitos y protocolos internacionales establecidos por empresas aseguradoras.

La Nota de la Semana: El Deber, Los tiempos y la Prensa

La lectura a detalle de la extensa y compleja Ley del Régimen Electoral promulgada hace dos semanas obliga a referirnos a algunos temas que aparentemente son menores en importancia, pero que son espejo de veleidades y del estado de ánimo coyuntural de los actores políticos hoy empoderados. El art. 31 de la referida ley señala que se producirá la revocatoria de mandato si se cumplen dos condiciones. La primera es obvia, los votos válidos a favor de la revocatoria (por el Sí) deberán superar en número a las del No.

La segunda condición es inusualmente complicada, indica que el número y porcentaje de votos registrados en la casilla Sí a la revocatoria, deberá ser superior al número y porcentaje de votos válidos con los que fue elegida la autoridad. Aquí se pasa por alto el criterio del 50% más 1 que define la revocatoria en la gran mayoría de las democracias, y que aplica igual parámetro a quien haya accedido al cargo electivo por mayoría simple (25%) o por una abrumadora mayoría que bien puede superar los 2/3 de votos válidos.

Entre cálculo y astucia política, el Órgano Ejecutivo se resistió a modificar su propuesta y ajustarla a la modalidad de mayoría absoluta incluida en el anteproyecto de ley enviado por la Corte Nacional Electoral. Con estos criterios, la eventual revocatoria del mandato presidencial, en el caso de Evo Morales, se produciría sólo si se supera el 64,8% de los votos obtenidos en diciembre pasado.

¿Por qué un Gobierno cuyo Presidente es fuerte recurre a estas maniobras jurídicas si no necesita de ellas? ¿Qué teme? En el fondo, esta disposición refleja más debilidad que fortaleza, aun cuando esta última está intacta. ¿Será que los resultados de abril y la pérdida de votos preocupan al núcleo gobernante? Es probable.

Los resultados de las últimas encuestas muestran una baja en la aprobación al Presidente del 70% al 44% en cinco meses (Ipsos-Apoyo, 1.024 boletas aplicadas del 12 al 23 de mayo), coherente con la disminución del 15% de la votación de abril a favor del MAS. ¿Por qué recurrir a argucias y chicanas legales en leyes estructurales? No es recomendable caer en la tentación de elaborar una ley en función de la conveniencia de una persona en el corto plazo.

Siempre sostuvimos que la popularidad del Presidente lo blindaba frente a eventuales escaramuzas y escándalos, saliendo siempre airoso después de alguna situación conflictiva. Aun hoy las señales son inequívocas al respecto de los blindajes que lo colocan más allá del bien y el mal. En su dimensión celestial el Presidente puede trasladarse en un avión adquirido al margen de las condiciones normativas mínimas que una adquisición de esa magnitud y valor demanda. Evo tiene licencia para pecar y caer en tentaciones no permitidas a simples mortales del pasado.

No hay comparación, pues por mucho menos no faltaron servidores públicos que fueron objeto de humillación y desprestigio moral, político y profesional por todos los medios y con todos los tonos posibles, llegando a ser enviados a la mismísima cárcel.Los hechos dan cuenta de una lógica esquizofrénica oficial y colectiva decadente. Unos sucumben en el frenesí de la guillotina judicializadora en contra de los adversarios políticos, hoy pienso en René Joaquino. Y al mismo tiempo se encargan de que Evo tenga un paquete de leyes a su medida o a la carta, previniendo ¡claro está! excesos que provoquen otra publicitada intoxicación a Su Excelencia.

jueves, 8 de julio de 2010

MEXICO: EL PRI y SUS LIDERESAS

Lecciones de un partido en tiempos de crisis
El triunfo del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en las elecciones del domingo en México sorprende. El histórico partido reposicionó su liderazgo, quedando atrás el recuerdo de la derrota que, en 2000, dio paso a un saludable pluralismo político. Según su presidenta, Beatriz Paredes, “no está volviendo el PRI –del pasado–, está ganando el PRI del siglo XXI. El PRI que aprendió de sus errores y que sí sabe gobernar”.

¿Qué debe llamarnos la atención de esta recuperación? Destaco tres aspectos. Primero, la capacidad de readecuación institucional y programática de un partido acostumbrado a la inercia del poder. Segundo, el insatisfactorio desempeño gubernamental del partido oficial, el PAN, y de un Presidente con disminuida popularidad, en un inusual y creciente contexto de violencia asociada al crimen organizado. Y un tercer aspecto, el protagonismo de sus líderes (mujeres) en medio de tantas dificultades.

Hace 10 años, Dulce María Sauri, segunda mujer al mando del partido, enfrentó la adversidad con inteligencia y sobriedad. Como muchas mujeres en coyunturas de desgaste, ella tuvo que administrar los tiempos residuales de un poder que se les iba de las manos. Se liquidaba un régimen al que un día el escritor peruano Mario Vargas Llosa calificó como la ‘dictadura perfecta’.
La actual presidenta del PRI, Beatriz Paredes, ex gobernadora de Tlaxcala, se planteó el reto de conducir la renovación y ‘renacimiento del PRI’. Se dice que el día que asumía este cargo, en 1997, sufrió el desaire de la mayoría de los gobernadores priístas, que no asistieron a su juramentación que coincidía con el 78 aniversario de tan emblemático partido.

Los resultados del domingo confirman que logró, más temprano que tarde, lo que para muchos era imposible. Beatriz cohesionó al partido que ahora enfrentará con más confianza la elección presidencial de 2012, no descartándose su postulación a la primera magistratura. Esta posibilidad parece no quitarle el sueño a una mujer que, pese a su fortaleza política, opta siempre por hacer de las victorias, victorias de todos, resistiéndose a caer en la tentación del narcisismo egocéntrico tan arraigado en nuestra tradición política.

El PRI fue el rostro político de la construcción del México del siglo XX. Siempre llamó la atención porque su vigor institucional no se subordinó al eventual poder personal de sus conductores. ¡Novedoso en un continente donde es crónica la longevidad política de figuras cuyo liderazgo nace, se desarrolla y muere con las siglas que representan!
El relanzamiento del PRI permite encontrar algunas respuestas a nuestras preguntas relativas al ciclo de vida de los partidos. Un elemento clave tiene que ver con la no reelección presidencial que obligaba a una permanente renovación y movilidad de liderazgos. Independientemente de las deformaciones de una ‘partidocracia’ hegemónica de esa envergadura, la circulación de élites permitió que una mujer conduzca la reforma partidaria.

Según la prensa, el triunfo priísta en 9 de 12 gobernaciones es ‘agridulce’ debido a su derrota en tres bastiones donde gobernaba desde hace 80 años. Esta caída se debería a la extraña alianza entre el PAN conservador y su contendor de izquierda, el PRD. Se dice que “el perro y el gato se unieron para vencer al dinosaurio”, adjetivo que no cuadra con el PRI del siglo XXI liderado por la generación política de Beatriz Paredes.

viernes, 2 de julio de 2010

REGIMEN ELECTORAL: Conservador y centralista


Con este encabezamiento contribuyo a la confusión de quienes creen o creyeron algún momento en el discurso del ‘cambio’ y la ‘revolución democrática y cultural’. Y es que luego de dar lectura a las leyes del Órgano Electoral Plurinacional y de Régimen Electoral, la conclusión es inevitable, ambas son conservadoras porque lo que debió cambiar no cambió, y centralistas porque ignoró un factor consustancial al cambio, me refiero a la autonomía como una nueva cualidad del Estado Plurinacional. Se trata de dos debilidades que derivan en disposiciones inconstitucionales que pronostican tormentas y nuevas escaramuzas territoriales.

“No entiendo, ¿por qué tantas observaciones de la oposición?, si el régimen de designaciones de los vocales electorales prácticamente es el mismo de antes, no hay cambios de fondo”. se quejó un Senador del MAS. ¡El problema radica en que precisamente no hay cambios! ¡Cuando éstos eran fundamentales para guardar coherencia con el nuevo texto constitucional –poco coherente–, así como con una realidad demográfica, sociopolítica y territorial distinta, a estas alturas insoslayable! Mencionemos algunos.

Quedó en el papel el concepto de un nuevo Poder Electoral independiente e imparcial. Persiste el ‘chip’ mental del presidencialismo centralista, cuya influencia será difícil de contrarrestar si se considera la abrumadora mayoría oficial en la Asamblea Legislativa, hoy reflejo y eco acrítico de las instructivas del entorno presidencial. Como en el pasado centralista, el régimen de designaciones permite al Presidente tener al menos uno de todos los vocales en el Tribunal Supremo y los nueve departamentales. Aquí hay lecturas distintas en alusión al texto onstitucional “que dispone designar sus representantes ante –que no sería lo mismo que en– el Órgano Electoral”. En fin, pequeñas cosas en tiempos de grandes desconfianzas y desencuentros.
La inconstitucionalidad y los excesos centralistas son preocupantes. Es el caso de la definición de límites y formas de elección de autoridades y representantes en los gobiernos departamentales y ediles que debieran definirse en cada nivel territorial. Finalmente, al referirse a la conformación de ‘gobiernos regionales’ se confirma una vez más el carácter no sólo anacrónico de la región como dispositivo desestabilizador de las gobernaciones y de conflictividad, lejos de ser los espacios de planificación y gestión del desarrollo armónico departamental.
Como avestruz, el oficialismo eludió el cambio, manteniendo la distribución desigual de escaños por departamento, postergando su definición, una vez más, hasta la oficialización de resultados del censo 2011. En este dilatado tiempo se habrá profundizado la brecha entre escaños urbanos y rurales, favoreciendo la sobrerrepresentación de los últimos en desmedro de los importantes centros urbanos. A esto se suma una demanda indígena que reclama lo prometido por el Presidente, cuyo entusiasmo discursivo infló expectativas. Debieron equilibrar la simple aritmética –34 pueblos indígenas– con las nociones de representación e inclusión. Un representante indígena por departamento es suficiente para interpretar, agregar y canalizar las demandas más sentidas de uno o más pueblos minoritarios, entre los cuales muchos no superan los 500 habitantes.

Al venderse ilusiones no se midieron consecuencias. Hoy, en respuesta defensiva, lo rabiosamente revolucionario termina siendo peligrosamente conservador.