jueves, 17 de abril de 2008

‘Inflación’ de expectativas, ¡cuidado!


Una promesa idealizada en extremo hizo de la Asamblea Constituyente una fuente irremediable de frustraciones. Son miles los y las bolivianas que de buena fe creyeron en sus promotores más radicales. Hoy lo constatamos de manera descarnada y cruel. Se la promovió como la panacea. El discurso oficial se encargó de hacer creer que un nuevo texto constitucional resolvería por arte de magia nuestros sempiternos problemas. ¡Fueron tantas las ofertas en torno al cambio y la generación desmesurada de expectativas que ahora explotan de manera descontrolada!
La historia puede repetirse. Similar ‘inflación’ de promesas se cierne en torno a la autonomía. Que el proceso es histórico, irreversible, necesario y beneficioso no hay duda; sin embargo, su implantación pronostica tormentas e implica desafíos enormes. No será una taza de leche. Por ello, en la medida en que nos acercamos al M4 (4 de mayo), fatídico para los agoreros del desastre y liberador de los factores de desarrollo y bienestar para otros, constataremos que más allá de las anécdotas que registre tan memorable fecha, comenzará un nuevo capítulo cuyas páginas están apenas esbozadas. El infierno administrativo es predecible.
La ‘referendiditis’ aguda y la euforia electoral han llevado a que sean ahora los líderes del oriente los encargados de atiborrar sus discursos de ofertas difíciles de cumplir en el corto plazo. Cayeron en la tentación de ofrecer incrementos salariales y otros beneficios que constituyen un exceso en la búsqueda de maximizar el voto favorable. Es inevitable que las campañas alimenten ofertas ilusorias; sin embargo, su abuso conlleva consecuencias que pueden abonar las bases de nuevas formas de desgobierno. Uno de los rasgos más sobresalientes de la sociedad boliviana es su gran resistencia a la frustración, al desencanto súbito o progresivo ante la evidencia incontestable del derrumbe de esperanzas y expectativas. Es cierto, la condición humana se resiste a perder la esperanza y rendirse a los embates de la vida. No es bueno, sin embargo, que el péndulo ilusión-desilusión sea recurrente. Y cuando de dinámica política se trata, la acumulación desmedida de promesas, expectativas y demandas insatisfechas deriva inevitablemente en las tensiones que, en gran medida, explican la conflictividad persistente.
¡Qué difícil resulta encontrar líderes que con convicción defiendan un proyecto, pero que a su vez adviertan sincera y objetivamente sobre los obstáculos que su puesta en marcha implica! Hacerlo sería pedagógico y beneficioso para el ejercicio de una ciudadanía crítica y menos proclive a ser confundida por el discurso demagógico y el facilismo discursivo tan popular y rentable en tiempos no sólo de campaña, sino también de gestión pública basada en el enfrentamiento y en falaces espejismos.
Esta reflexión es pertinente, la realidad siempre caprichosa ha demostrado que, en Bolivia, no basta el triunfo ni la aritmética electoral. El acelerado proceso de descomposición de la gestión gubernamental y su arrinconamiento territorial, a lo que se suma la lamentable seguidilla de torpezas indisimulables, es una demostración de que no basta tener un margen aceptable de popularidad. Se prometió demasiado y el efecto hipnótico y complaciente del manejo discursivo y de los dispositivos simbólicos comienza a desvanecerse. Tarde o temprano la gente cobra facturas que los símbolos y el balcón no pueden satisfacer. Contrariamente a la compulsiva enfermedad de la demagogia, la política –la buena– consiste en sincerarse diciendo la verdad, reconociendo que son más las dificultades y las imposibilidades que el ejercicio del poder entraña.
Erika Brockmann Quiroga * ®® Escenarios
Abril, 2008

domingo, 13 de abril de 2008

MARZO, 2008 Vanguardia neoliberal del MAS -- nota polémica

El ‘cambio’ liderado por el ‘evismo’ está atravesado de curiosas contradicciones desdibujadas por el simplismo y el estridente discurso antineoliberal. Cada vez se hace más fácil validar la hipótesis de que el proyecto ‘revolucionario’ masista se sostiene en la emergencia de la informalidad en todas sus formas –económica, social y política–, ya sea virtuosa o perversa. Hoy existen razones suficientes para sostener que, desde el punto de vista económico, productivo y comercial, el MAS sí tiene una vanguardia neoliberal.
¿A quiénes aludo con semejante provocación? A los productores de la hoja de coca, a las miles de familias que engruesan día a día este sector o se asocian, directa o indirectamente, al mismo. Tras fallidos intentos hoy se cumplen mínimamente los compromisos internacionales de control de la expansión de las hectáreas excedentarias; en otras palabras, el productor cocalero es parte de uno de los sectores privados menos hostigados por el oficialismo. En realidad, es un agente al que rodea una imagen heroica, símbolo de patriotismo y dignidad. El principio del liberalismo clásico les cae como anillo al dedo: “Dejar hacer, dejar pasar”.
Estados Unidos, antes celoso fiscalizador en materia de erradicación, es hoy más flexible. ¿Para qué crearse inconvenientes si la producción de cocaína, que la coca excedentaria alimenta de manera sostenida, ya no se destina a consumidores estadounidenses? Resulta difícil distinguir la sagrada hoja de coca de la cocaína, diferencia que su uso y destino se encargan de confirmar en uno u otro sentido. El mercado de la pasta base o cocaína ya cristalizada se desplazó a Brasil, Argentina y países europeos. ¡Que ellos se compren el pleito que corresponda! Ése parece haber sido el mensaje de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, en su reciente visita a países de la región.
Pero, ¿por qué vanguardia neoliberal? Muy simple. Es un sector que no desaprovecha oportunidad y la debilidad de los gobiernos para disminuir controles y barreras estatales. Es parte del núcleo político más duro y movilizado para defender al Gobierno presidido por su máximo dirigente, y no pierde ocasión para reprenderlo cuando de concertación y diálogo con la oposición se trata. Arrinconaron a gobiernos, conquistaron el cato de coca por familia, ampliaron la superficie de cultivos legales –entre tanto no se efectivice un estudio del mercado tradicional– y no faltan quienes reclaman hoy el reconocimiento del cato por productor.
Es organizado y eficaz en la defensa de sus intereses, y menos estigmatizado que otros gremios productivos. Sintonizado al mundo globalizado, es sensible a los caprichos y altibajos del mercado nacional e internacional. Sin culpas, se expande aun a costa de sacrificar la producción agrícola de Yungas. Contradice el esquizofrénico planteamiento oficial pro soberanía y seguridad alimentaria. Altamente rentable, introduce tecnologías y sistemas de comercialización cada vez más sofisticados. La coca prensada y la harina de coca comienzan a dar dolores de cabeza a los ahora benevolentes fiscalizadores de los mercados de la coca legal. Nadie los interpela por el incremento de los precios destinados al consumo tradicional y casi logran liberalizar su comercialización. Hacen parte de una oligarquía emergente empoderada. Liberal en sus aspiraciones y sin restricciones morales, aprovechan el momento. En definitiva, ¡son la envidia de productores formales e informales, campesinos y no campesinos vinculados a la cadena productiva de aceite comestible y de la agroindustria nacional, hoy golpeada por el Gobierno y la naturaleza!

viernes, 11 de abril de 2008

ENTRE CONVENIOS Y AUTOENGAÑOS...a propósito del conflicto petrolero en Camiri

Es probable que el Gobierno termine firmando un nuevo acuerdo con la dirigencia cívica de Camiri. Sin embargo, es previsible que la protesta retorne más temprano que tarde, aduciendo, para variar, “el incumplimiento de aquello antes firmado”. Ocurrió en Camiri y con otros sectores. El síndrome de acuerdos fallidos lo sufre este Gobierno, como antes lo padecieron otros sometidos a presiones y urgencias. Unos prueban de su propia medicina. ¡Es la impotencia inercial del Estado en crisis!
La rabia de los camireños y su ‘victimización’ ante la torpe e ineficaz intervención represiva podrá despertar sentimientos de simpatía. Pese a ello, las consecuencias del conflicto nos dejan lecciones que no queremos asumir. Errar es humano, pero errar dos veces raya en la estupidez del autoengaño, la irresponsabilidad y la incoherencia atribuibles a todos los actores políticos y cívicos sin excepción.
El problema de Camiri está signado por la ‘maldición de los hidrocarburos’, la ‘cultura rentista empobrecedora’ y la nostalgia de un pasado de prosperidad relativa cuando YPFB era garantía de empleo y bienestar. Su demanda ilustra, una vez más, la profundidad de la fragmentación y la falta de cohesión nacional, siendo ejemplo de las consecuencias perversas que tiene una Ley de Hidrocarburos mal planteada en lo referente a la refundación de YPFB.
¡Qué pocos e impopulares éramos los parlamentarios que denunciamos el peligro de explicitar y dar rango de ley al ‘descuartizamiento’ de una empresa residual que debía resucitar previa reingeniería radical! El Parlamento de entonces no resistió la presión virulenta de las regiones ni la tentación de caerle bien a su población impaciente por respuestas mientras se disputaban un pedacito de una entidad inexistente. Para entonces, la racionalidad de la ‘buena’ política se había perdido. El Parlamento se convertía gradualmente en una federación de brigadas departamentales abandonando su vocación nacional. Y nos fue como nos fue y nos va como nos va. Nadie habló, habla ni tampoco hablará claro, frente a derechos adquiridos que se asumen inamovibles y se resisten al verdadero cambio. Entre tanto, la oposición parece solazarse por el desgaste gubernamental.
Sin embargo, en este particular caso, el discurso y la acción de los partidos de oposición no son coherentes ni responsables con el país. El todo vale con tal de debilitar al Gobierno y aplaudir la radicalidad nacionalizadora y la actitud antigubernamental extrema de Camiri dice mucho sobre la mirada cortoplacista y populista de las voces cívicas y parlamentarias de Santa Cruz, que, filosóficamente, no comparten la postura expropiadora de las empresas petroleras de Camiri. Por un lado, la oposición más conservadora provoca al Gobierno al censurarle su nacionalización ‘light’ y por haber engañado al pueblo, aun cuando están conscientes de que ése era el límite posible que imponía el realismo político y económico. Por otro lado, los nacionalizadores duros parten de la ‘sobreideologizada’ y nada verificable premisa de que la política hidrocarburífera no funciona porque el Gobierno ‘claudicó’ frente a las transnacionales.
Curiosamente, la historia se repite, los extremos se unen y la vocación militante antiestatal y antigubernamental ‘per se’ no cambia, sino se refuerza. Temo que los conflictos y el acorralamiento del Gobierno –ahora debilitado– lo obliguen a tomar medidas desesperadas, recurriendo, una vez más, al populismo pirotécnico y ‘distractivo’. ¿Qué sucederá hasta el 4 de mayo? Mientras, reincidimos en el autoengaño y la falta de coraje para romper nuestros mitos.
El Deber, Los Tiempos, La Prensa.
Columna Escenarios. Marzo, 2008.
( Publicación regular los días jueves, en El Deber y Los Tiempos)

MULTITUDES CONSTITUYENTES ¿ DE QUE?


“La convocatoria –a la Asamblea Constituyente– está dada, su realización depende de su consecuencia… con la política de multitudes, política espontánea de las masas que saben distinguir entre amigo y enemigo, y encarna el programa radical de descolonización del Estado”. Con estas palabras, un analista, perteneciente a un núcleo de intelectuales que celebraba el triunfo de Evo Morales, señalaba el rumbo de las transformaciones revolucionarias cuando aún no se había convocado la Asamblea Constituyente, de la que más tarde fuera miembro.
Las multitudes producirían y justificarían históricamente la refundación de un nuevo Estado y el carácter originario del proceso de cambio, trastocando la legalidad instituida. La insurgencia estaría ‘vanguardizada’ por los indígenas en torno a la idealización de sus reivindicaciones comunitarias y de su demanda de mayor inclusión. A dos años de esa afirmación, reforzada por una retórica que proclamaba de manera sostenida la contradictoria relación entre la legalidad vigente y la legitimidad, la referencia a las multitudes resulta pertinente. Cuando la competencia de ilegalidades y el síndrome de país dividido se expanden y fracturan, con efecto dominó, la institucionalidad estatal, la visión de la supremacía moral y política de las multitudes desnuda incongruencias demagógicas y la dualidad discursiva del frente gobernante.
Como era previsible, este torneo de maniobras fue aderezado por una seguidilla de cabildos y ultimátums, contra los cuales me permití infructuosamente proponer un ‘ultimátum a los ultimátums’. Los hechos demostraron que si algún lenguaje entendía como legítimo el Gobierno, era precisamente el lenguaje de las multitudes. Sin embargo, contra todo cálculo, de pronto, las multitudes comenzaron a reivindicar las autonomías de diverso alcance y, como corolario, terminan proponiendo y designando a una prefecta en Chuquisaca, desafiando al poder central.
¡Ha sido tan poderoso el proceso electivo de prefectos y tan profundo el abismo producido por la tensión regional, que difícilmente el Presidente podrá imponer su voluntad, aun cuando legalmente tiene la prerrogativa de hacerlo! ¿Acaso esas masas no son legítimas? A estas alturas, los datos de la realidad permiten hacer dos constataciones. Por un lado, la Corte Nacional Electoral, con sus resoluciones, intenta arrojar un salvavidas a la posibilidad de tregua, dándole un respiro al Gobierno acorralado. Mientras tanto, la ‘media luna’ decide avanzar y simplemente ignora su disposición. La posibilidad de restablecer un nuevo y efectivo espacio de concertación de las agendas en curso demanda una extraordinaria dosis de responsabilidad a las élites políticas, nacionales y regionales, en desmedro de las demandas desbordadas de sus respectivas multitudes.
La segunda constatación constituye una verdadera paradoja. ¡Pocos la anticiparon hace dos años! Progresiva e inexorablemente las multitudes comienzan a convalidar el proceso autonómico, antítesis del proyecto de poder del MAS. Todo parece indicar que las multitudes constituyentes y refundadoras de la nueva Bolivia terminarán dando a luz, en un parto complejo y contradictorio, al Estado autonómico, ése que no termina de digerir la cúpula de Gobierno. Por otra parte –¡otra paradoja!–, como nunca antes y lejos de todo pronóstico, el Ejecutivo ansía restituir el Tribunal Constitucional, garante de una legalidad que se encargó de desestructurar, y que, para colmo, constituye la institución emblemática del poder constituido que las multitudes debían desmontar.
columna Escenarios
El Deber, Los Tiempos, La Prensa.
13 de Marzo, 2008.