viernes, 18 de junio de 2010

Sobre la Ley del ORGANO ELECTORAL PLURINACIONAL

Enclaves y democracia dislocada: Leyes con huecos

Al haberse excluido de la Ley del Órgano Electoral Plurinacional (OEP) las atribuciones que se le reconocía en relación la Democracia Comunitaria el MAS se arriesga a legalizar ‘huecos’ o enclaves territoriales vacios de Estado. De acuerdo a voceros oficiales, la democracia comunitaria, al comprender una multiplicidad de formas electivas propias fundadas en ‘usos y costumbres’, no debiera estar contemplada en el derecho positivo o escrito.

El argumento es refutable. Pareciera que esta exclusión apunta no solo a eternizar y recluir este tipo de prácticas al ámbito de las tradiciones orales de las naciones y pueblos indígenas originario campesinos (NPIOC) sino también darle luz verde a los riesgos que entraña su aplicación deformada y gelatinosa. Porque por más “propias que sean estas formas” no están libres de la influencia insoslayable de prácticas ajenas o distintas – no necesariamente originarias - resultantes de una inevitable interacción con otras realidades. El sindicalismo es prueba de ello ¡Y es que las NPIOC no son ni podrán – aunque así lo quieran- ser espacios o “reservas” desconectadas del mundo, de sus buenas y malas influencias!

Una Ley orgánica de esta trascendencia debía necesariamente introducir un enfoque armónico de la plurinacionalidad y de la trilogía democrática (Representativa-Participativa-Comunitaria) que sostiene el artículo 11 de la Constitución, el único que hace explicito el reconocimiento de que Bolivia es una República.

En su flexibilidad plurinacional, el texto constitucional no desconoce la fuerza dinámica de la historia en las sociedades. Si el merito del actual proceso radica en la inclusión de la diversidad en la movilidad social, económica y política, en este caso se consagra la exclusión y la peligrosa confusión que además de “idealizar como virtuosas e incorruptibles” a estas prácticas, atribuye a las NPIOC la condición de enclaves autónomos cuasi soberanos.

Y es que la referida norma en ningún momento otorgaba al OEP atribuciones que pudieran imponer otras modalidades electivas que no sean las propias y mucho menos interferir “colonialmente” en su desarrollo o ejercicio. Lo que se le reconocía era algo razonable para cualquier Estado que se precie de integral. Registrar y observar estos procedimientos, difundirlos para su mejor conocimiento, el supervisar su cumplimiento, facilitar la resolución de controversias, informar y proclamar los resultados y finalmente acreditar a sus representantes. ¿Acaso no queremos recuperar, sistematizar y profundizar estas formas propias no escritas, que se presume tienen cualidades pedagógicas para la deliberación democrática? Escribir, codificarlas e identificar sus potenciales debilidades, ¿es enajenar a estos pueblos de sus saberes de manera perversa y occidental? O es que hacerlo es privilegio reservado a antropólogos(as) como si se tratara de exóticos y curiosos objetos de estudio en extinción. Esa ¡sí es una mirada colonial! Excluir estos mandatos es negar las posibilidades de articulación territorial y normativa de la presencia del Estado plurinacional.

Una sola de las atribuciones del OEP podía interpretarse como imposición. Se trata de la obligación de velar porque estos procedimientos propios, garanticen el principio de equivalencia y los criterios de paridad y alternancia entre hombres mujeres. Es altamente probable que más allá del discurso vinculado al Chacha – Warmi, los usos y costumbres patriarcales no escritos sean muy, pero muy resistentes al cambio.

domingo, 13 de junio de 2010

UN TEMA COTIDIANO...


Sopocachi y Cala Cala: dramas peatonales


Como cochabambina, oriunda y vecina del barrio Cala Cala y domiciliada parte del año en el mismísimo corazón de Sopocachi en la sede de Gobierno, dedico estas líneas a los alcaldes y, en particular, a las flamantes presidentas de los concejos municipales de tan emblemáticas ciudades capitales a las que agradezco, desde siempre, su generosidad, magnetismo y fuerza inspiradora.

Esta nota, que bien puede ser interpretada como ‘exhorto suplicatorio’ a las autoridades y dirigentes vecinales, es motivada por el infortunio de quienes hoy, entre yesos, férulas y cataplasmas, buscan recuperarse de lesiones resultantes de tropezones provocados por aceras desportilladas e irregulares que atentan contra la humanidad de los transeúntes, en especial de quienes superan los 50 años de vida y sufren de progresivas e irreversibles deficiencias visuales.

Si escribo es porque, en pocas semanas, me topé con tres vecinos con varios días de impedimento debido a las accidentadas veredas por las que los peatones estamos obligados a transitar desde hace mucho tiempo. En el caso de Sopocachi, en su momento, los vecinos aplaudimos la campaña de seguridad ciudadana impulsada para recuperar su tradicional y seductor encanto. La disminución de malentretenidos y delincuentes fue incentivo para el disfrute de su arquitectura, plazas, acogedores restaurantes, pubs, cafés y bohemios rincones del barrio. Sin embargo, esa posibilidad implica hoy riesgos mayores. Quien camine por calles y parques de Sopocachi está hoy obligado a hacerlo cabizbajo para eludir la desagradable alfombra de inmundicias de la creciente población de mascotas cuyos dueños decidieron hacer de las calles y del espacio público verdaderas alcantarillas perrunas. Esta vecindad contaminante debiera saber que amar a los fieles amigos del hombre no riñe con las normas de urbanidad.

¿No será hora de incorporar este tema en la eficaz campaña de educación ciudadana y urbana promovida hace ya mucho por el mismísimo Luis Revilla y repetirla en otros municipios? Es un tema que coloco ‘sin miedo’ en la agenda municipal no sólo del municipio paceño, sino también en el de la Llajta, convocando a autoridades, pero ante todo a vecinos, a las OTB y a las comunidades educativas, a tomar en serio el desafío. A veces da vergüenza transitar por las calles adyacentes a las unidades educativas. ¡Son verdaderos basurales producidos por niños y jóvenes que debieran ser la generación del cambio! ¿Por qué no hacer una campaña que premie “mi escuela limpia una cuadra a la redonda”?

En Cochabamba, el problema es mayor y de larga data. Cala Cala y otros barrios más parecen sucursales del conflictivo botadero de K’ara K’ara. Serán 10 años desde que se firmó el primer compromiso para su gradual cierre técnico y traslado, pero no pasa nada. Incumplido por ineficacia, falta de visión, negligencia y demagogia, el problema de los desechos sólidos en áreas metropolitanas debiera ser responsabilidad compartida de gobernadores y alcaldes. No es suficiente su tratamiento desde el municipio.

Y es que, entre ‘aceras zancadilla’ y en medio de tanta basura que nos inunda, proyectamos una imagen lamentable de nosotros mismos. Refleja falta de conciencia ambiental y de educación. ¡¿Hasta cuándo, pues?! Relancemos y repitamos la campaña, premiando y dedicando una canción –tarea para ‘Tupay’ Castellanos– a los barrios y escuelas más comprometidas con las ciudades y su limpieza.

viernes, 4 de junio de 2010

Estado Gruyere... impunidad y violencia pluricultural

Estado: Muchos huecos de violencia

¡Ningún centímetro cuadrado de nuestro territorio deberá estar huérfano de Estado! El Vicepresidente fue enfático al explicar una de las cualidades fundamentales del Estado Plurinacional Autonómico e Integral en construcción. Recordé entonces el entusiasmo con el que acogió el Informe de Desarrollo Humano del PNUD del año 2006 titulado “Estado del Estado”; en el que se comparaba al Estado boliviano como a un “Estado con huecos” con enormes desafíos de articulación en torno a una idea, sentido o proyecto común de país.

Uncía, Achacachi, el Chapare, las minas de Himalaya y Santa María en provincias de La Paz y Oruro son algunas referencias territoriales vacías de institucionalidad pero colmadas de prácticas violentas que dejan una estela de dolor, luto e impunidad. En estos huecos visibles, pareciera existir licencia para violar el abultado catalogo de Derechos Humanos inscritos en el texto constitucional. Este es un dato recurrente, ya que bajo pactos de silencio y condescendiente comprensión “antropológica” de distintas maneras de entender la vida, el gobierno invoca “respetuoso” y sin éxito la devolución de cuerpos por razones humanitarias confirmando la impotencia estatal frente a manifestaciones sociales y pluriculturales que lo desbordan.

Este irrespeto a la vida, que trasciende fronteras, y no es nuevo deja más dudas que certezas en relación al discurso presidencial que idealiza al extremo el purismo y culto a la vida de los pueblos indígenas y originarios esencialmente virtuosos e incontaminados de valores occidentales de mercado y capitalismo. Coincidió este hecho con la temeraria sindicación de complicidad negligente con el narcotráfico que hiciera al gobierno el candidato presidencial social demócrata brasilero. Lo cierto es que, a estas alturas y pese al curioso análisis sociológico antropológico de algunas autoridades que atenúan su condena, la matanza de Uncía revela que, en los huecos vacíos de Estado, florecen, plurinacional y “democráticamente”, intereses ligados al contrabando y a clanes familiares comunitarios y populares cada vez más empoderados para neutralizar o impedir la presencia estatal.

En estas condiciones, el Estado Integral que promete el gobierno y que confunde con Totalitario hace aguas y cocina su inviabilidad en la salsa de sus propias contradicciones y exageradas pretensiones fundacionales y “pachamamistas”. El complejo de Adán hace que Evo y sus amigos nieguen una historia estatal previa y sus incipientes avances, ello contribuye a hacer de los huecos del Estado “Gruyere” vías expeditas de mafias que penetran comunidades con la promesa de revertir su histórica marginalidad y pobreza.

Lo preocupante es que mientras para el oficialismo, no hay ley aplicable para estos “usos y costumbres”, en otros frentes se abusa de ésta para defenestrar moral, jurídica, política y militarmente al adversario político. La combinación de los ingredientes de un ministerio público dócil y selectivamente eficiente, de retardación de justicia y del indebido proceso, le ayuda a inventar enemigos en una oposición que no tiene otra que cruzar el desierto carente de ideas y de justicia, pero abundante en broncas y revanchas destructivas. Uncía y otros hechos idos y por venir, anuncian que la revolución virtuosa de los informales y excluidos de siempre, se transforma gradual e inexorablemente en la revolución de los ilegales. El cambio se desdibuja.

martes, 1 de junio de 2010

Mas sobre conflictos y violencias intermitentes

Lecciones cítricas de Caranavi


Caranavi no es una anécdota en la cronología de eventos ‘cítricos’ que acompañan el proceso de cambio. Como tampoco lo es el contexto de tensiones que enfrenta el gobierno del MAS-IPSP, en riesgo de transformarse en instrumento de poder de unos pocos y de desagregación social de los pueblos. Y lo lamento, porque no soy ciudadana que aplauda, sonría y frota las manos irreflexivamente por el dizque acelerado desgaste y final de la luna de miel de la cúpula gubernamental con los movimientos y organizaciones sociales (MOS).

Es cierto, el MAS no quiere ser partido, siendo más bien una suerte de confederación de MOSes. Sin embargo, sea lo que fuera, cualquier organización política en gestión de gobierno no puede eludir la responsabilidad de intervernir oportuna e inteligentemente en una controversia entre grupos de la sociedad afines o contrarios a su proyecto político. Optó, como en Huanuni y otros conflictos, por renunciar al mandato supremo de la política en democracias plurales cual es contribuir a la agregación y canalización de demandas diversas y contradictorias de la sociedad. No hacerlo es irresponsable y socaba las posibilidades de construir su cada vez mas inviable y confuso Estado Integral Socialista y Comunitario, para al final hacer más de lo mismo y lo de siempre.

Caranavi desnudó que no son ni serán ideológicos los factores determinantes en las tensiones inevitables de todo proceso social y político de transformaciones “revolucionarias”, serán simple y llanamente intereses. Sí intereses, y de los más mundanos, materiales y legítimos cuando se trata de necesidades insatisfechas en una sociedad crónicamente empobrecida. Día a día, la realidad se encarga de corroer el andamiaje aparente de los valores comunitarios y solidarios, de la conciencia social antiimperialista y otros “antis” propios del solemne discurso oficial atribuye a su compleja y diversa base.

La mentalidad rentista, el localismo extremo y la disputa territorializada por el excedente hicieron gala de buena salud. Todos abonaron al conflicto, el gobierno, los productores de cítricos, cocaleros antiguos y recientes, transportistas, dirigentes y vecinos del pueblo, comunarios, masistas surquistas y antisurquistas, en fin factores de poder popular formales, informales, legales y hasta ilegales. ¿Acaso factores ligados al narcotráfico no inducen detrás de bambalinas este tipo de conflictos? Convienen, ¡distraen en temporada de “buena cosecha”!

Ni siquiera entraron en juego procesos de planificación previos que incorporen un enfoque integral de desarrollo económico productivo de esa región paceña. Ello es gestión e irrelevante para la histórica misión del proceso. Bastó con la promesa del Papa Noel presidente para desatar la trifulca. A propósito, y ¿qué fue del Prefecto del Gobernador electo? Brillaron por su ausencia en tiempos de constitución de autonomías ¡Otra paradoja!

Los intereses económicos de grupos económicos en feroz pulseta y competencia por hacerse del liderazgo local e impulsos preñados de intereses particulares hicieron gala del ritual del “todo o nada” propio de la cultura política nacional y la consiguiente impotencia estatal disfrazada de torpe soberbia. ¡Hasta las últimas consecuencias!, para cerrar con la intervención tardía de una policía acosada y echarle tierra a los muertos como indica el libreto trágico y tercamente reincidente de la conflictividad nacional; irremediable, intermitente, itinerante y mal gestionada por quienes hicieron de ella y de la violencia instrumento legitimo de la multitud, virtud emancipadora y soberana de los pueblos