jueves, 27 de mayo de 2010

Ley transitoria para las autonomias ( Sombras que opacan lo válido y necesario)

Dividir para reinar irresponsablemente
Burdo, peligrosamente contagioso e irresponsable. Y es que ¡faltan palabras para definir lo que la Ley Transitoria de Autonomías ha establecido con relación al Chaco tarijeño! Mientras la artillería mediática se concentró en los artículos ‘guillotina’ tan comentados por su irrespeto al voto popular y al pluralismo democrático, el oficialismo decidió sepultar su propia Constitución al disponer la virtual creación del décimo departamento en el país eclipsando todo lo importante y central de la referida norma.
¿Acaso no es crear una nueva entidad gubernamental y afectar –inconsultamente– una preexistente el ratificar la transferencia directa de recursos desde el Gobierno central a favor del Chaco? ¿No es dividir el reconocer a su Asamblea prerrogativas prácticamente similares a aquellas establecidas para la Asamblea Departamental? En términos políticos, esta duplicidad significa recortar las capacidades gubernativas del gobierno departamental de Tarija. Cuando se dispone que los ejecutivos seccionales recientemente electos del Chaco –antes corregidores– rindan cuentas a la Asamblea Regional del Chaco ignorando a la Departamental, se desconoce la autonomía departamental votada por Tarija. Ello ocurre mientras es notable la ‘hiperinflación’ de autoridades electas por el Chaco.
Se constata que la estrategia de poder central no tiene límites ni se compadece con el presente y el futuro del país. Jugar demagógicamente con el territorio, con el ‘rentismo mental’ en el corazón energético del país, es provocar y sembrar violencia, desagregación y división entre bolivianos. Según el texto constitucional, una ‘región’, pensada como espacio de planificación, sólo podía constituirse en autonomía ‘restringida’ mediante referéndum y cuando sus competencias ‘le sean conferidas mediante el voto de 2/3 de la Asamblea Departamental’.
El refrán “piensa mal que acertarás” tiene una validez incuestionable. Y es que como viene la mano, en asuntos de poder y de ausencia total de autorregulación de los impulsos que motivan a su captura, era ingenuo pensar que la figura de la ‘regionalización’ apuntalaría la integración territorial, o se constituiría como “referencia de una planificación más armoniosa y de reconocimiento de identidades culturales e históricas… bla, bla”. ¡Era un discurso engañoso! Alguna vez lo anticipé a algunos técnicos del Ministerio de Autonomías, que calificaban de pesimista la sospecha de que las regiones fueron pensadas para socavar y hasta para ‘sifonear’ el poder del gobernador. Y así nomás había sido. Lamentable.
Que haya dirigentes chaqueños campeones del localismo, de la demagogia territorial y poco o nada les importe las consecuencias epidémicas de este tipo de demandas es comprensible, hace parte de la tradición provinciana y política en estos temas, están en lo suyo. Pero que el Gobierno central haya abonado, cultivado de manera deliberada, la estrategia que desvincula política, financiera y administrativamente al Chaco con tal de liquidar al adversario que ganó las elecciones, constituye uno de los hechos más insidiosos que agudizarán las tensiones y conflictos entre chaqueños y chapacos.
La realidad supera la fantasía. En este caso, el novelón del separatismo cruceño, o el ‘reality show’ de los expertos de la confabulación política, quedó chico. Por separatistas, atomizadores y sembradores de ingobernabilidad y más conflictos intermitentes se gradúa con honores el Gobierno. Es lamentable, porque después del Chaco que no nos extrañe que la Amazonía, el norte paceño, la Chiquitanía, etc. se contagien de esta locura que trastoca toda racionalidad autonómica y democrática.

jueves, 6 de mayo de 2010

ENTUERTOS POSTELECTORALES

ESCENARIOS: mi columna semanal en LOS TIEMPOS Y EL DEBER


Escribo estas líneas apenas oficializados los resultados de las elecciones departamentales y municipales del 4 de abril. El informe es una suerte de sinfonía inconclusa, lo que obliga a sumergirme no sólo en los sinuosos senderos de la lucha por el poder, sino también en la compleja y caprichosa ingeniería de los sistemas electorales, a los cuales me referí machaconamente en pasadas notas.
Confieso no haber tenido éxito en el empeño de traducir pedagógicamente el rompecabezas de esta ‘tecnología electoral’ a mis lectores. Hoy me transmiten más dudas que certezas. Entre confusión y bronca protestan por la invisibilidad de su voto a la hora de ver la composición final del poder político en asambleas departamentales donde no se ha respetado la proporcionalidad como principio democrático distributivo del poder en tiempos de construcción estatal.Esperando esclarecer estas dudas, van algunas apreciaciones que a continuación resumo.
En primer lugar, ningún sistema electoral es bueno o malo en sí mismo, lo importante es el acuerdo y la confianza de actores e instituciones que lo legitiman. Todos tienen ventajas y desventajas. En el mayoritario se elige directamente y se gana por un voto sin mayor discusión, mientras que el proporcional es variopinto en las fórmulas de cálculo de asignación de escaños. Las hay aquellas más inclusivas y generosas con las minorías, otras que favorecen moderadamente a la fracción ganadora, como la adoptada en el país en 1997 y ratificada en las recientes reformas electorales, y están aquellas verdaderamente excluyentes como el imperial.
Primera constatación: fueron las elecciones más complicadas de la historia democrática, con sistemas electorales distintos en cuatro departamentos autonómicos, con una papeleta de tres franjas y una fórmula de distribución de escaños que nadie exigió que se esclarezca oportunamente.
Segunda constatación: privilegiar la representatividad directa y ‘territorializada’ no es malo, aunque con ello se sacrifique el principio de gobernabilidad, llevando a resultados que pueden no gustar a los propios impulsores del modelo, ahora obligados a ratificar su espíritu democrático, plural y concertador. Los casos de Santa Cruz y de Tarija son ilustrativos.
En Santa Cruz, la agrupación Verdes obtuvo 53% de los votos y tiene el 52% de los 23 escaños territoriales y poblacionales. El MAS, con su 38%, tiene 39% (1% de yapa) de los escaños, habiéndose favorecido del modelo territorial basado en provincias. En Tarija, la radical apuesta territorializada y mayoritaria de su sistema se ha traducido en una distribución de escaños que es fiel reflejo de la votación.
Están obligados a restituir los pactos y sus virtudes, no sus defectos. Sólo en el occidente surge la polémica. ¡A la hora de la verdad sus asambleas son espejos de una grosera deformación: agiganta a sus mayorías y ‘enaniza’ a las minorías!
Cuarta constatación: la elección basada en ‘usos y costumbres’ de los 21 representantes indígenas en ocho de las asambleas experimenta serios conflictos, al extremo de que el informe oficial omite sus resultados. Y es que algunas circunscripciones y pueblos indígenas no son el reino de la armonía promovido por el romanticismo comunitarista. Las disputas por poder y sospechas de corrupción de sus dirigencias impidieron su elección, ¡no habían sido defectos ni deformaciones congénitas exclusivas de lo neoliberal, colonial y partidario! Ejemplos sobran. Evoco a Huáscar y Atahuallpa. Hoy se multiplican.