domingo, 18 de abril de 2010

A proposito de la Conferencia Climatica

© Le Monde diplomatique, edición boliviana. Año 3, número 25 nueva época • Abril 2010
Le Monde diplomatique el Dipló 25 abril 2010 9

por Erika Brockmann Quiroga

Bolivia, ni experimental ni paraíso


Las ambivalencias del cambio

La contracumbre de Cochabamba genera enormes expectativas entre movimientos alterglobalizadores y ambientalistas. No obstante, un análisis de las ambivalencias del actual proceso de cambio permite matizar opiniones y salir del símbolo de Bolivia-Avatar. Es impresciidible impulsar un debate serio acerca del modelo de desarrollo latinoamericano, acorde con la actual sensibilidad postneoliberal que domina a gran parte del continente (NE)





Con el mismo improvisado entusiasmo con el que emprendió las gestiones oficiales para la inédita realización del certamen de belleza Miss Universo en Bolivia, el presidente Evo Morales tuvo a bien proponer la realización de la Primera Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra. En efecto, pocos imaginaron que su grito ¡Planeta o muerte! lograría conmover a miles de almas comprometidas con la defensa de la integridad y la salud de la Tierra y frustradas luego del fracaso de la cumbre climática de Copenhague. La astucia y sentido de oportunidad que caracteriza a nuestro presidente encendió la euforia de activistas furiosos por la burocratización y dilación de una agenda urgente.

Lo cierto es que la conferencia se hará realidad. Robustecida en su alcance gracias al concurso de redes globales de ONGs, movimientos sociales y países amigos del denominado primer mundo, la cita se producirá en la región metropolitana de Cochabamba donde se espera el arribo de algo más de 15.000 personalidades de todo el mundo, dirigentes sociales e indígenas, dispuestos a pronunciarse por una causa global en el corazón mismo la Madre Tierra y cuna de uno de los más simbólicos líderes políticos que internacionalmente la encarna.

Se llevará adelante en el mismísimo escenario de la mundialmente publicitada y estudiada “guerra del agua”, aquella que libraría una batalla crucial contra el neoliberalismo, deslegitimando la ortodoxia privatizadora bendecida por el ahora difunto, pero entonces vigoroso, Consenso de Washington.

Drama boliviano

A principios de 2000, lo que comenzó con una protesta contra el alza de tarifas, terminó con la expulsión de una transnacional poderosa, la Bechtel. Las jornadas guerreras constituyeron una referencia clave para entender los cambios políticos y económicos profundos que sucedieron en Bolivia, señalaba a un medio de prensa la académica María Teresa Zegada (1).

Diez años después, pese a tan emblemático evento que inspiró al mundo, Cochabamba sigue siendo la misma. El agua no llegó y los pobres continúan pagando el agua a mayores precios. A criterio de los luchadores sociales y estudiosos del tema, la empresa pública responsable de su tratamiento y distribución incurre en ineficiencias y debilidades estructurales de larga data; convertida en botín de sindicalistas y burócratas que rotan entre corrupción, buenas intenciones e impotencia.

Según el sociólogo del Centro de Estudios Superiores Universitarios (CESU) Carlos Crespo, los resultados de esa guerra son un reflejo del “drama boliviano” por el que pasan los movimientos sociales y los procesos de cambio en el país. “En Bolivia somos expertos, tenemos una alta capacidad de movilización de la gente para enfrentarse y resistir imposiciones, pero el gran drama viene el día después” (2). Poco se ha investigado sobre el incremento de soluciones “antiambientales”, como la perforación intensiva de pozos privados o mancomunados en el área metropolitana caracterizada, según expertos, por la alta contaminación y fragilidad de sus indicadores ambientales.

La Cochabamba y la Bolivia que acogerá a los defensores del Planeta del siglo XXI seducirá y desconcertará con sus colores, sabores y contradicciones. A una hora de la sede del evento, campesinos de la comunidad de Pantipata, agricultores por tradición y vocación, estarán aun sufriendo las consecuencias nocivas de la contaminación de las aguas producidas por una “narcocomunidad” vecina. Escucharán la voz de dirigentes de campesinos cocaleros, del trópico de Cochabamba, que poco hicieron para persuadir y frenar la fiebre expansiva de cultivos de coca excedentarios sobre el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), donde Yuquis, Yuracares y Chimanes, entre otros pueblos indígenas originarios minoritarios, se vieron avasallados y desplazados de su natural hábitat por resistirse a esta incursión.

Es bueno que los ambientalistas que lleguen a este hermoso valle se enteren que, con la flexibilización cuasi neoliberal de los cultivos de coca excedentaria, es creciente la amenaza y el deterioro de importantes parque naturales y áreas protegidas del país (3). En lugar de promover la producción de coca orgánica para el uso tradicional exclusivo, prolifera el uso de agroquímicos contaminantes en su cultivo mientras la vanguardia política del proceso de cambios que vive el país opta por eludir estos problemas.

Sin embargo, aunque no es intención de la presente nota insistir en el tema de la hoja de coca, sino develar las contradicciones existentes entre lo que se pregona fuera del país y lo que se practica dentro del mismo, son varias las consecuencias preocupantes que éstas provocan a quienes habitan la Bolivia Plurinacional.

Extractivismo

Resulta que el gobierno boliviano lidera un programa de desarrollo extractivista e indolente con la Madre Tierra. Es creciente el inventario de emprendimientos productivos que atentan contra la naturaleza y las minorías genuinamente indígenas que pueblan sus áreas de intervención. ¿Acaso la protesta de comunarios indígenas afectados por el proyecto minero de Coro Coro y de los lecos en el norte paceño no importa?, ¿Se justifica la flexibilización normativa en materia de inversiones petroleras y otras en áreas protegidas con el solo propósito de reeditar un proyecto de desarrollo industrializador propio de los capitalismos –incluido el de Estado– y socialismos del siglo XX? Y finalmente, ¿en qué medida las tendencias de la realidad anotada desincentiva iniciativas de uso alternativo de los recursos naturales destacados en su momento por el estudio promovido por el PNUD bajo el título “La otra frontera”? (4). La respuesta a estas preguntas es definitivamente no.

La misma que se apoya en la opinión autorizada del ex presidente de la Asamblea Constituyente y ex ministro de Energía de Ecuador, Alberto Acosta, quien abundara en ésta y otras incongruencias relativas a un tema que debería ser tratado con el rigor y el vigor que corresponde a una problemática que tendrá consecuencias paradigmáticas e irreversibles en los modelos de desarrollo y productivos en el planeta.

Lo que sí es inminente es que la crisis climática provocará, más temprano de lo previsto, quiebres y transformaciones de alcance global en los paradigmas del desarrollo de los capitalismos del mundo, tan versátiles y adaptativos. ¡Qué paradoja! los cambios paradigmáticos de los capitalismos globales serán producto no sólo de las fuerzas populares y sociales globalmente articuladas, sino ante todo de los factores objetivos y materiales inherentes al cambio climático como fenómeno inexorable.

En Bolivia existen buenas razones para que la Madre Tierra se resienta. El problema radica en que la legitimidad del tema principal se subordina ante quienes desean hacer de la conferencia un evento acrítico a las políticas domésticas y nacionales impulsadas por quienes encuentran en el “calentamiento global” un formidable argumento para atizar el “calentamiento social” (5).

En medio del entusiasmo nacional e internacional, se percibe un tufillo “cuasi colonial”, particularmente en aquellas organizaciones progresistas y ambientalistas del primer mundo. Entre culposas ante las promesas incumplidas de la modernidad e ingenuas ante el mito la idea de retorno a la naturaleza, en una suerte de “Avatar” mal contado, no faltan aquellos factores de poder que instrumentalizan la imagen de un rebelde que dice luchar a nombre de los indígenas del planeta. Les sirve de eficaz bandera para librar sus propias batallas, esas del primer mundo y para el cual la consigna del Vivir Bien es muy útil para interpelar el consumismo depredador.

Bolivia, innovadora y experimental, corre el riesgo de que como país modelo alimente un nuevo ciclo de esperanzas y frustraciones nacionales. El problema es el “péndulo catastrófico” (6) de una historia, hoy alimentada con discursos que reeditan la tentación de naufragar en las imágenes forzadas de nuevos mitos y de espejitos colonizadores donde pocos se compadecen
por su Madre Tierra.


1 “A 10 años de la guerra aún es un lujo el agua”, Los Tiempos, Cochabamba, 28-3-2010.
2 Carlos Crespo, “El movimiento nacional del agua boliviano: de la resistencia a la cooptación (2000-2007)”. Ponencia presentada
en el seminario internacional Modelos de gestión del agua en ciudades y comunidades de los Andes, La Paz, 5-8 noviembre de 2007. Ver también: “Cochabamba ganó la guerra y perdió el agua”, Los Tiempos, 5-4-2009.
3 Fernando Mayorga, “Factores Estructurales y coyunturales de la inestabilidad institucional y la violencia en el Departamento de Cochabamba”, Documento de trabajo, 2010, CESU-UMSS, Instituto Prisma.
4 Informe Temático de Desarrollo Humano, PNUD 2008.
5 Nueva Crónica y Buen Gobierno, Nº 53, La Paz, diciembre de 2009.
6 Ver: Erika Brockmann, “Trilogía del Conflicto en Bolivia”, Instituto Prisma, 2009. No olvidar que en el ciclo neoliberal
Bolivia fue presentado a la comunidad intertanacional como innovador a partir de su fórmula “capitalizadora” de privatización. Documento de Trabajo www.institutoprisma.org o en www.elfaro-eribolivia.blogspot.com.


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