jueves, 7 de enero de 2010

Lo malo del pasado se resiste al cambio...

Fantasmas y sepultureros

Entre los verbos aplastar, derrotar, sepultar o augurar una buena convivencia con los gusanos al adversario político, no hay mucha diferencia. Hace unos días, con parsimonia y protocolar vehemencia, se dio oficial y laica sepultura al Congreso de la República.

Lamentablemente, el entusiasmo necrófilo de algunos intenta no sólo enterrar el legado neoliberal, sino también doblegar el ‘ajayu’ o espíritu de la República y su impertinente independencia de poderes, entre otras de las virtudes de la democracia. Consecuentes con un anacrónico Preámbulo Constitucional que proclama el abandono del Estado colonial, republicano y neoliberal, atenuados por la intervención de la oposición saliente.

Con estos antecedentes, se entierra la posibilidad de pactos asociados a un pasado democrático al que ningún mérito se atribuye. Los expertos en epitafios no ocultan su mórbida satisfacción cuando satanizan el pasado democrático, erosionan la autoestima de actores del pasado y desprecian a la esmirriada minoría política que, en criterio de una analista, más parece un ejército sin generales.

Concluido el funeral, el año 2010 anuncia tiempos y vientos nuevos, el fin del empate catastrófico y el nacimiento de la Asamblea Legislativa Plurinacional, liberada de vestigios del pasado. Sin embargo, hay quienes pronostican el inminente retorno de espectros del pasado y de otros no necesariamente registrados en la lista oficial de enemigos del cambio. “El pasado se resiste a morir”. Lo curioso es que será el destino político y ético del MAS lidiar con estos maléficos espíritus en su propia casa, entre ellos personajes de una oligarquía neoliberal arrepentida, legado del ‘ancien régime’.

Quisiéramos conjurar el retorno de los ‘levantamanos’ y de la aeróbica aprobación de leyes en tiempo récord; impedir el renacimiento del silencio deliberativo aderezado por una buena dosis de mediocridad, desearíamos tener voces inteligentes, dentro y fuera del MAS, que las hay, dispuestas a neutralizar el poder presidencial; desearíamos corregir la miopía fiscalizadora de legisladores que, en lugar de avanzar, retroceden a un pasado discrecional aún más nocivo que aquel gestado en democracia.

Los fantasmas son plurinacionales, diversos, duros de matar y resistentes al cambio. ¿Qué hacer frente a denuncias que confirman la aplicación impaciente y deformada de la justicia comunitaria? Se conoce de sanciones extremas y patriarcales a mujeres acusadas de adulterio, de excesos comunitarios traducidos en multas, expulsiones, transacciones inaceptables frente a formas de violencia sexual; en suma, expresiones de irrespeto a la vida, a la madre tierra y a la dignidad de las personas.

No es un buen comienzo para los que buscamos el cambio, el reto es para un renovado equipo de legisladores conminado a construir un nuevo Estado. ¡Qué ironía! A título de defensa de derechos adquiridos, autoridades comunitarias y campesinas se resisten a toda intervención de la autoridad pública demandando un tratamiento permisivo del Estado Plurinacional. En Cochabamba, el Defensor del Pueblo reconoce su impotencia. (VER enlace http://www.lostiempos.com/hemeroteca-ediciones-anteriores.php?date=2010-01-03&v=1)

Paradójicamente, el pedido de ‘dejar hacer y dejar pasar’ junto a la defensa de ‘usos y costumbres’ amalgaman autoritarismo arcaico y neoliberalismo a ultranza que, con ropaje ancestral, se resiste a morir, invade y captura el cuerpo y el discurso de sus fallidos sepultureros. La democracia, los derechos humanos, el bien común como bien mayor y los cambios que buscamos, se desdibujan gracias a la desaprensiva retórica impregnada de muerte, demagogia y sed de revancha. Hay un pasado que no descansa en paz.

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