lunes, 9 de noviembre de 2009

RECORDS Y PARADOJAS PREELECTORALES (PARTES I Y II)

EL PADRON BIOMETRICO (I)

Bolivia sorprende. Hace tres meses, ¡nadie creía que el Órgano Electoral Plurinacional (OEP) respondería con éxito al titánico desafío de concluir con el registro del Padrón Biométrico! Al límite de su cierre, la cifra de los empadronados supera en un millón la meta originalmente planteada (3.5 millones). Pese a incrédulos y algunos conspiradores, este record es una realidad proporcional al significado extraordinario de las elecciones del próximo 6 de diciembre cuya transparencia debe ser garantizada.

El mérito es de las máximas autoridades electorales en todo el país, de su capacidad de conducir un equipo técnico comprometido con desafíos de esta envergadura como el censo 2001. Sin embargo, imposible explicar este monumental logro sin el aporte de una población conciente de sus derechos y deberes ciudadanos. Participación excepcional que contradice la hipótesis de la fatiga electoral e indiferencia que en otras latitudes funciona, mas aún considerando que, en los últimos 5 años abundaron procesos electivos y consultivos que, a juzgar por sus resultados, no disminuyeron el entusiasmo electoral de la ciudadanía.

Recordemos. Desde el año 2004 hasta enero del 2009, asistimos a un total de 5 eventos consultivos/electorales de alcance nacional (Referéndums del gas y constituyente, elecciones municipales y nacionales presidenciales, de prefectos y de constituyentes, con los referéndums simultáneos incluidos), a los que habría que añadir las elecciones prefecturales de Chuquisaca y los 4 controvertidos referéndums ratificatorios de estatutos autonómicos en departamentos de la denominada media luna. ¡Vaya gimnasia electoral!

¿Cómo explicar esta cultura electoral tan arraigada que respalda el Record Biométrico? Unos hacen referencia a una conciencia ciudadana que se reafirma en tiempos de polarización política, ideología y territorial maniquea; otros mencionan el poder de atracción de una tecnología innovadora y al convencimiento generalizado sobre la necesidad de recuperar la confianza frente a un padrón cuya contaminación acumulada era políticamente insostenible. En fin, en esto de batir récords, sirva la circunstancia para evidenciar que la recuperación de la confianza electoral perdida también cuesta y ¡como cuesta! Los 40 millones de dólares que costó el operativo no son poca cosa para un instrumento importante pero que por sí mismo no garantiza transparencia sino se cuenta con una institución cuyos miembros sean idóneos, actúen con independencia y tengan la autoridad moral y liderazgo frente a las pretensiones autoritarias y hasta totalitarias del oficialismo.

Pero la moneda tiene dos caras, mientras el éxito nos llena de orgullo y confianza, hay datos que nos devuelven a una realidad poco alentadora. ¡Que Bolivia ocupe el último lugar del el Ranking Latinoamericano 2009 sobre desarrollo democrático promovido por la Fundación Adenauer nos confunde y descoloca! Conceptualmente, el desarrollo democrático no se reduce a lo electoral procedimental, abarca dimensiones como el respeto a la legalidad a la institucionalidad, a los derechos y libertades ciudadanas así como a la eficiencia de la gestión gubernamental como fuente de bienestar y desarrollo económico sostenibles. Evidenciamos que la cultura electoral – que hoy celebramos - no es equivalente a calidad democrática, esta última en retroceso y cuya crisis sistémica ¡paradójicamente! no será superada pese a tanta apuesta electoral.
GASTOS Y DESIGUALDADES (II)

Pasaron días desde que, desde esta columna celebré anticipadamente el éxito del padrón biométrico. Este nuestro “Guinness” político electoral, ratificó algunas lecciones que los extremismos de moda no quieren aceptar. El poder de la unidad y del consenso se impuso al avasallamiento; la independencia del Organismo Electoral y de sus conductores supo resistir las presiones oficiales de instrumentación electoral del proceso, para finalmente destacar la demanda ciudadana de confianza y transparencia. Mencione el alto costo de desterrar la desconfianza, menor, en todo caso, al costo de eventuales turbulencias traducidas en ingobernabilidad e conflictividad ocasionadas por un padrón altamente contaminado.

Pero si de batir récords se trata, lamento destacar otro menos virtuoso. Me refiero a los gastos de campaña y a los términos de desigual competencia de los contendores respecto al partido oficial. Hacer política cuesta. Es un dato de la realidad que no analizamos en toda su dimensión y que alimenta el permanente e irreflexivo discurso de deslegitimación moral de la actividad política. Dinero y política plantean una relación por demás urticante que explica actitudes de autoexclusión y marginamiento de hombres y mujeres que podrían haber sido los más indicados para enfrentar los retos y desafíos post electorales y de construcción del nuevo Estado.

Las elecciones de diciembre serán las más costosas de la historia, bastando con el MAS para asegurar esta nueva marca electoral. ¡No es una exageración! La figura de la reelección presidencial sin dejación del cargo rebasa las posibilidades de control de gastos por parte del organismo electoral. Este hecho sumado a la bonanza económica estatal y a la cultura prebendal revitalizada son factores que contribuyen a esta nueva marca que superará en tiempo, dinero y frecuencia los parámetros de la propaganda política desplegados durante los denostados 25 años de historia democrática.

Ningún bolsillo privado podría igualar la capacidad financiera del MAS, que cínicamente se nutre de una nueva versión de gastos reservados proveniente de la cooperación venezolana, libre de todo control, y que engorda con el presupuesto publicitario de múltiples reparticiones gubernamentales. Mejor ni hablar del sectarismo del sistema estatal de comunicación (Canal 7 y Patria Nueva) que hace gala de reproducir los males del pasado.

La evidencia es incontestable. Calcule el lector, 10 dólares el segundo televisivo. La cifra por día, desnuda la impostura de todo discurso de austeridad y auto victimización de quienes dicen aportar militante y humildemente – para la caja chica - con 10% de sus ingresos o con una dotación de coca chapareña para sostener la más millonaria de las campañas de nuestra historia.
Desde la victoria electoral del 2005, el gobierno del cambio recurrió al persistente uso y abuso de la propaganda política. Es grosero. Sin tregua, la propaganda adormece y agobia, hace gala de su eficacia mientras sin rubor, se ha promovido la suspensión demagógica del subsidio estatal a la actividad política. Con ello se ha condenado a la política a promover candidatos como si se tratara de mercancías…de lujo y no un bien publico que debiera contar con el apoyo Estatal. Con la paradójica neoliberalización del financiamiento político, no hay manera de bloquear flujos financieros de dudosa procedencia. Es grave. Todo parece confabular contra la renovación de un sistema político plural que coadyuve a recuperar el sentido de comunidad nacional perdido.

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