miércoles, 11 de junio de 2008

REFLEXIONES EN TORNO A LO OCURRIDO EN SUCRE.

Juventud y política: mal comienzo
Erika Brockmann Quiroga * ®® Escenarios
publicado en varios medio de comunicación el 22 de mayo...

Al igual que otros hechos, lo ocurrido en Sucre en vísperas de su efeméride es gravísimo y censurable. Es reflejo de las fisuras y las heridas nacionales a las que se echa sal. No me sumo a la grandilocuencia del Gobierno –experto etiquetador–, que calificó la jornada como el día de la ‘vergüenza nacional’. ¡Bueno para un nuevo spot publicitario! Más bien pregunto: ¿acaso un rosario no es suficiente para contabilizar los días de vergüenza nacional marcados por la violencia y la intolerancia? Huanuni, Yungas de Vandiola, Cochabamba (11 de enero de 2007), minas de Himalaya, Chacarilla y otras, Madidi, San Julián, Liceo Militar, golpiza a parlamentarias, además de los antecedentes de Ayo Ayo, violencia contra concejalas, chicotazos a choferes, linchamientos, hombres humillados vestidos con polleras, etc. Es ésta la cadena de eventos reflejo de autoritarismo, ‘usos y costumbres urbanos y rurales’, convertidos en hechos políticos. Los portavoces del Gobierno y las élites políticas, sindicales y cívicas deberían romper el círculo perverso de la ligera instrumentalización política de estos temas. Para colmo, no hay condiciones para ello. La desatinada decisión de convocar un referéndum revocatorio, junto a otros, posterga soluciones que exacerban, inevitablemente, la polarización al calor de la excitación electoral envalentonada. Dicho esto, centro mi preocupación en el protagonismo de la juventud en estos censurables eventos. El rostro de la juventud comienza a ocupar el cuadrilátero de la ‘guerra de posiciones’. Jóvenes, campesinos, citadinos y universitarios inician su accionar político en las peores condiciones para cultivar valores y prácticas democráticas. Pasó el tiempo de la juventud desmovilizada e indiferente de la década de los 90. Esta preocupación me invade desde el fatídico 11 de enero de 2007 en Cochabamba. Pocos jóvenes reflexionaron sobre la violencia y la agresión desatadas. Los demonios de la condición humana los dominaron. Algunos indicaron haberse frenado para no llegar a mayores. Las muertes de Cristian Urresti en manos de una turba enardecida y la de un campesino abonaron el camino de sentimientos de venganza y más violencia. En el trópico de Cochabamba una generación creció en medio de la violencia y modelos de liderazgo cultores del enfrentamiento. En el caso de La Paz, los diversos grupos de jóvenes no siempre son proclives a la violencia, hay los más y los menos pacifistas, pero los unionistas en Santa Cruz no dudan en practicarla. Los jóvenes de Sucre son discípulos de las corrientes que reducen la política a la movilización callejera y cobarde, hoy deformada por tanto desatino. La política en las calles, ensalzada por el discurso oficial, por encima de la ley y de mecanismos democráticos de resolución de conflictos, propicia la transformación del ‘pandillismo’ juvenil en ‘pandillismo’ político. Amenazante, preámbulo ‘fascistoide’.Se instrumenta ‘lo indígena y racial’ de manera grosera. Lo ocurrido en Sucre no es racismo en sentido estricto, los rasgos físicos ni el color de la piel diferenciaban a humilladores y humillados. La simplificación y las arengas en torno al facilismo de lo racial ocultan el problema principal, atiza resentimientos y comienza a desnudar la manipulación de los campesinos y de lo indígena en medio del campeonato de falta de cordura política. Los jóvenes de hoy son los hijos de la ‘guerra del agua’, ‘guerra del gas’, ‘guerra por la dignidad’. Lenguaje guerrero y de ‘lógicas macho antidemocráticas’. Luego de 25 años de construcción democrática, esta descomposición me interpela como boliviana, demócrata y política. Presidente, si pedir perdón es suficiente para comenzar a alejarnos del abismo, hagámoslo. Y sin complejos.
* Politóloga y psicóloga, erikabrockmann@yahoo.com.mx

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